El fenómeno de la violencia asociada con el tráfico ilegal de drogas debe enfrentarse con humildad, evitando la arrogancia de creer que se tiene la solución, dijo el periodista Ricardo Raphael.
- “Necesitamos entender cuál es la materia de esa violencia, de qué hecha esa violencia”, dijo durante la presentación de su novela Hijo de la guerra, en Sándor Márai Librería.
- En cambio, existe “una economía política que mueve este fenómeno y que pasa no solo por la demanda de drogas, sino por el tipo de drogas demandadas”.
- “Cada vez que hay un asunto de conflicto, inmediatamente hay una falsificación de la verdad a través de un montaje político”,
- Como sucedió en el caso de José Noriel Portillo, El Chueco, o en Matamoros y Nuevo Laredo, “son hechos criminales donde la autoridad corre a contarnos una historia mentirosa que le impide a la sociedad en su conjunto, y al propio Estado, hacerse cargo”.
- Hacerse cargo es “obligarlos a que operen debajo de las coladeras”, que no asomen la cabeza arriba de las coladeras, para que la vida de las personas y los comercios estén a salvo.
- En la presentación participaron el analista y activista, Víctor Quintana Silveyra, y la abogada Briana Díaz, con la moderación de Javier Corral, director de Sándor Márai Librería, en el foro Los Rebeldes, el viernes 21 de abril de 2023.
¿Por qué es importante? Ricardo Raphael comparte la idea de que lo único que se puede lograr en un fenómeno de violencia asociado a tráfico ilegal de drogas es que los delincuentes no asomen la cabeza arriba de la coladera.
- Plantea “cómo pacificar: nombremos, entendamos, tomemos conciencia y, a partir de eso, sí, el Estado tendría que hacerse cargo de la superficie hacia arriba”.
Hijo de la guerra es una novela que mezcla hechos reales con la ficción, a partir de la historia de un presunto asesino a sueldo confundador de un grupo criminal, que el periodista entrevista en una prisión y de quien las autoridades habían presumido su muerte.
- Es un retrato puntual de la tragedia del país a causa de la violencia criminal causada por el tráfico ilegal de drogas, la corrupción gubernamental, a partir de la mirada introspectiva del protagonista, quien pasó de líder y victimario a víctima.
Ricardo Raphael es columnista en Milenio Diario, el semanario Proceso, The Washington Post y conductor en los programas Calle 11 del Canal Once y No hay lugar común en ADN 40.
¿Hacia dónde vamos? “Primero habría que aceptar que este es un fenómeno donde, quienes lo estamos viendo y lo estamos viviendo, somos una perla en medio del Golfo de Cortés. Por eso me preocupa o me alarma un poco esta explicación política, simplona, de todos”, de acuerdo con Ricardo Raphael.
- “A ver, el principal pecado de Felipe Calderón fue haberse creído, con gran arrogancia, que él tenía la solución. Pero ese mal se lo he visto absolutamente a todos los que han ocupado esa banda presidencial”.
- “Pareciera que es un tema de voluntad y, si eres honesto, tú puedes resolverlo y mientras más se engañan en esa arrogancia, más errores cometen”.
- “Entonces yo creo lo primero sí, tendríamos que tener una posición bastante humilde frente a lo que es una conflagración de proporciones muy amplias y que van a afectar a varias generaciones y que han dejado un trauma enorme”.
- “Y tengo que decirlo también, que además sí es cierto que está el violento que se desinfla, pero es que esta maquinaria no se detiene”.
“Si ustedes hablan de Caro Quintero versión uno, no la versión de ahora, la que tenía plantíos aquí cerca, en ese entonces eran individuos que traficaban, estaban saliendo de la marihuana y la amapola para entrar a la cocaína”, explicó el autor.
- “El cambio de droga implicó un cambio muy importante de sus empresas, que a Caro Quintero aquel no le tocó vivir, digo, hay quien nos acordamos de él, pero lo quiero poner porque un tipo de droga determinó un tipo de criminalidad”.
- “No es que haya cambiado la DEA, no es que haya cambiado México, no es que haya cambiado el Ejército: es que hay una economía política que mueve este fenómeno y que pasa no solo por la demanda de drogas, sino por el tipo de drogas demandadas”.
- “Lo que nos enseñaron ahora en el juicio contra los hijos del Chapo, a partir de la afortunada infiltración de esa organización —pareciera terrible que haya inteligencia gringa sobre estas organizaciones—, es qué tiene que haber mucha inteligencia internacional, pero lo que entendimos es que estábamos subestimando a esa empresa porque la estamos viendo con los ojos de la arrogancia, o del cine de narcos”.
- “Sí, es una empresa enorme, con laboratorios, con lavado de dinero en Estados Unidos, donde ese dinero va a dar a propiedad inmobiliaria en Estados Unidos, con pies en China, con cabeza en Colombia”.
“Estamos hablando de una transnacional. Primero hay que llamar lo que son. Ahora, esas empresas transnacionales han existido a lo largo de la humanidad, tampoco es que el fentanilo las haya vuelto mucho más graves que muchas otras”, expuso el periodista.
- “Lo cierto es que con esas empresas criminales ha habido dos tipos de relación: una, y esto me lo decía un juez italiano, el juez Caszeli, que es obligarlos a que operen debajo de las coladeras”.
- “Yo le decía, ¿pero qué me está hablando usted? Me dijo: ¿Usted cree que algún día vamos a acabar con la Camorra? A ver, lo único que uno puede lograr, la guerra se gana cuando estas personas no asoman la cabeza arriba de la coladera, es decir, la vida de las personas, su comercio, su propiedad está salvo, eso sí se puede lograr”.
- “El otro modelo es el que tenemos hoy, que no opera nada debajo de las coladeras, todo lo hacen por encima, controlas”.
- “Decía Víctor (Quintana): Tenemos qué pacificar, tenemos qué tener muy claro qué queremos decir con pacificar: es tener una vida pacífica, donde podamos ser dueños de nuestro destino”.
“¿Se puede combatir violencia con violencia? Hay que advertir que los cortafuegos se hacen con fuego. Ahora, no quiere decir que sea violencia contra violencia, quiere decir, ya se ha adelantado hace un momento, que necesitamos entender cuál es la materia de esa violencia, de qué hecha esa violencia”.
- “Porque si la seguimos viendo a partir de ficciones políticas o ficciones académicas, no vamos a poder nombrarlas, no vamos a poder nombrar el conflicto, no vamos a saber de qué está hecho”.
- “En ese sentido, sí, yo creo que para que el fuego se combata, para que se pueda hacer un cortafuego, debemos tener mucho mayor precisión de lo que se trata y no estar jugando a hacer política con ese fuego, porque es muy probable que ese sea el principal problema”.
- “Cada vez que hay un asunto de conflicto, inmediatamente hay una falsificación de la verdad a través de un montaje político”.
- “Es lo que pasa con José Noriel Portillo, es lo mismo que ocurre con lo que ocurrió en Matamoros, previamente en Nuevo Laredo, son hechos criminales donde la autoridad corre a contarnos una historia mentirosa que le impide a la sociedad en su conjunto, y al propio Estado, hacerse cargo”.
“¿Cuál es la narrativa ahora? Revisémosla, que estos criminales ya están sustituyendo al Poder Judicial, es decir, van, capturan al criminal, lo matan y lo entregan muerto. Sí, ya, ya están en ese nivel”, explicó.
- “Entonces yo regreso un poco a la pregunta de cómo pacificar: nombremos, entendamos, tomemos conciencia y, a partir de eso, sí, el Estado tendría que hacerse cargo de la superficie hacia arriba y los otros son fenómenos que nos van a seguir trascendiendo”.
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